Inside the Jewish Agency

A 120 años del primer congreso sionista

Un repaso por la historia del Primer Congreso Sionista, por Joao Koatz Miragaya, sheliaj de La Agencia Judía para Israel

En tiempos de ignorancia, cuando se confunde sionismo con racismo y opresión (y hasta con nazismo), es necesario recordar el Primer Congreso Sionista, realizado en Basilea por Theodor Herzl, el día 29 de agosto de 1897, hace 120 años. En este artículo repasaré qué fue este encuentro, quien estuvo presente, sobre que se debatió, y algunas curiosidades.

Sionismo antes de Herzl

La inmigración moderna de judíos europeos hacia Palestina Otomana se inició en 1882 (algunos historiadores se refieren a 1881), y es anterior a Theodor Herzl, a su obra “El Estado Judío” y al Congreso Sionista. Influenciados principalmente por Leon Pinsker (y su obra, Autoemancipación), y empujados por el antisemitismo, que resultaba en una ausencia de ciudadanía plena y pogroms, una pequeña parte de los judíos de Europa Oriental decidió trasladar su hogar a Palestina durante la década de 1880. Los pogroms y la ausencia de derechos motivaron a cientos de miles de judíos a inmigrar, la mayoría a EEUU. Otros eligieron Europa Occidental, América Latina y Australia como destino. Y una minoría se decidió por la construcción de un hogar nacional judío en la Tierra de Israel. Era la Primera Aliá (ola de inmigración judía a Palestina), motivada por razones ideológicas en la era contemporánea).

Doce años después, el periodista y dramaturgo austro-húngaro Theodor Herzl jamás había escuchado hablar de Leon Pinsker. Difícilmente tendría mucha información sobre la Primera Aliá, ya que no conocía la realidad de los judíos en Europa Oriental. Hasta 1894, Herzl, judío emancipado, miembro de la elite austríaca, letrado y académico, nacido en el seno de una familia de clase media e intelectualizada, creía que el mejor camino para los judíos era emanciparse a las sociedades europeas, insertarse en las clases medias, y comprender el judaísmo solamente como una religión puertas adentro. El antisemitismo iba a desaparecer con el tiempo, tal cual iba a pasar (él creía) con los judíos del ghetto. Se equivocó. El Caso Dreyfus, en 1894, acontecimiento sobre el cual Herzl tuvo la oportunidad de escribir como corresponsal en Paris, lo hizo hacer catarsis: ni siquiera en Francia, cuna de la ciudadanía, primer país que otorgó a los judíos la ciudadanía de verdad, el antisemitismo había desaparecido. Justamente al revés: el antisemitismo se había reinventado, adquirido un nuevo carácter. El judío ya no era más el enemigo de los cristianos (el Estado ahora era laico), sino que era ahora el enemigo del propio Estado. El judío era el extranjero, no confiable. En una supuesta guerra con otro país, el judío estaría siempre al lado de los otros judíos, jamás de Francia, en el discurso del antisemita. Por otro lado, el judío sirve como chivo expiatorio para cualquier necesidad, justamente como Alfred Dreyfus en Francia. Los judíos eran apuntados por los antisemitas como una nación adentro de otra nación. Herzl cambió de opinión, y dio la razón a los antisemitas: la emancipación no era el camino para los judíos. Si las naciones modernas eligen no absorbernos, debemos construir nuestro propio Estado. Y con base en estas ideas, en 1896 escribió la biblia del sionismo: “El Estado Judío”.

En dirección al Congreso

El libro de Herzl fue un suceso en el médio judío. No llego a la mayoría de los judíos, es verdad, y tampoco fue bien recibido por la mayoría de sus lectores. Sin embargo, tocó a muchos judíos descontentos y visibilizó un destino sombrío, principalmente de los que vivían en Europa Oriental. La idea de Herzl era actuar políticamente en bloque, trabajando junto a las otras naciones por el derecho de los judíos de construir su Estado nacional. El nacionalismo era la ideología del momento, diversos pueblos se autoemancipaban nacionalmente. Países como Italia y Alemania fueron unificados en esta época, también casi todos los países de América Latina, que se volvieron independientes. El siglo XIX fue la primavera de las naciones, y con los judíos no sería diferente. Palestina sería el camino natural, no solo por el pasado judío en la región, sino por ser considerada un territorio poco habitado.

Con el fin de desarrollar el movimiento, atraer a miembros y tratar estrategias, Theodor Herzl decidió realizar un congreso, del cual formarían parte delegados de todos los lugares donde habitaran judíos. Herzl, entonces, se reunió con filántropos judíos a fin de recaudar fondos para la realización del evento.

Curiosidad

Inicialmente, su deseo era realizarlo en Munich, Alemania. Sin embargo, el rechazo de los líderes religiosos de la comunidad local (desde reformistas hasta ortodoxos) lo obligó a buscar otro lugar. El temor de la comunidad judía de Munich era que los alemanes comenzaran a ver a los judíos como traidores de la patria, lo que interferiría en su situación de emancipados y ciudadanos plenos.

Herzl, entonces, busco a Basilea como sede del evento, apelando a la histórica neutralidad suiza.

El Primer Congreso Sionista

El local elegido fue el salón de conciertos del Casino Municipal de Basilea. Participaron del evento cerca de 208 personas de 17 países, delegados representantes de 69 sociedades, sumados a unos pocos invitados especiales y periodistas.

Curiosidad

Diez no judíos participaron del congreso, pero no tuvieron derecho a voto. Las 17 mujeres participantes tampoco tuvieron el consentimiento para participar de las decisiones democráticas (derecho conquistado ya en el Segundo Congreso Sionista, al año siguiente). Parte de las mujeres participantes estaban como acompañantes de sus maridos, mientras que otra parte compareció como representante de sus comunidades.

Después de una solemne apertura, los representantes oficiales llegaron con frac y corbata blanca. Nadie sabía que iba a suceder en aquel encuentro, salvo su organizador, Theodor Herzl. El clima era de aprensión, duda, y la sensación era de desorganización. Fue entonces que el doctor Karpel Lippe, rumano, miembro más grande presente y perteneciente al movimiento Jovevei Tzion, abrió el congreso con la bendición “sheejeianu”. Lippe fue seguido de un discurso de Herzl, y todos paulatinamente empezaron  a comprender de qué se trataba. Entre otras cosas, Herzl se refirió a la unión que volvió a caracterizar al pueblo judío, y solicito organización. También enfatizó que el sionismo ya había tenido éxitos al conseguir unir a sectores modernos y conservadores del judaísmo:

“El sionismo ya ha realizado una obra singular que antes se creía imposible, y es la estrecha unión de los elementos más modernos del judaísmo con los más conservadores. Como esto se consumó sin que ninguna de las partes hiciera concesiones indignas y sin sacrificios intelectuales, constituye una prueba más, si fuera necesaria, de la nacionalidad judía.”

Herzl valoró la inmigración, reconoció sus méritos por salir de la inercia y hacer que los judíos vuelvan a trabajar en la agricultura, pero dejó claro que esto por sí solo, no sería suficiente para resolver la cuestión judía: la lucha política era necesaria.

Herzl también hizo un análisis sobre la situación de los judíos en el mundo, reforzada por el siguiente discurso, del filósofo Max Nordau. Más o menos 15 minutos de aplausos separaron los discursos, hasta que Nordau pudo dar su visión sobre la calamidad que era la vida de los judíos. Para Nordau, un 90% literalmente pasaba hambre y luchaba para sobrevivir, mientras que el otro 10% había renunciado a sus antiguas características judías para insertarse en las sociedades europeas, sin que las naciones los aceptaran realmente. Tendrían perdido su lugar en el ghetto, sin que se les garantizara un nuevo hogar. Fue también muy aplaudido.

Otros discursos fueron dados hasta el día 31 de agosto, cuando se cerró el congreso con un debate grupal. El éxito ya estaba garantizado.

El Programa de Basilea

Theodor Herzl fue elegido presidente del Congreso Sionista Mundial. Eran también tres vice-presidentes (entre los cuales estaba Max Nordau). Una comisión ejecutiva fue elegida, con miembros de varias delegaciones. También fueron elegidos comités de medidas internas y de grandes acciones para coordinar los futuros congresos.

Curiosidad

David Wolffsohn, sucesor de Herzl tras su muerte (en 1904), sugirió que fuera colocada una bandera en la entrada del casino, para dar identidad visual al movimiento sionista. Como la idea de Herzl de bandera (fondo blanco con siete estrellas doradas, en alusión a las siete horas de trabajo diario idealizados por el padre del sionismo político) no había sido muy bien aceptada, decidieron colgar un “talit”. En el medio del talit, fue pintada una Estrella de David, que dio origen a la bandera actual del Estado de Israel.

El antiguo himno del movimiento de inmigrantes Jovevei Tzion, Hatikvah (la esperanza) fue adoptado como himno del movimiento sionista. Hasta hoy es el himno del Estado de Israel. Las colonias fundadas por los inmigrantes de la Primera Aliá fueron absorbidas como parte del movimiento sionista. Y fue creada la Organización Sionista Mundial (de la cual Herzl era también el presidente).

Pero lo más significativo que ocurrió en el congreso fue la adopción del Programa de Basilea, que consistía en cuatro pilares:

El sionismo tiene por objeto establecer para el pueblo judío un hogar seguro pública y jurídicamente en Palestina. Para el logro de ese objetivo, el congreso considera los siguientes medios prácticos:

1.    La promoción de asentamientos judíos de agricultores, artesanos, comerciantes en Palestina.

2.    La federación de todos los judíos en grupos locales o generales, de acuerdo con las leyes de los diferentes países.

3.    El fortalecimiento del sentimiento y la conciencia judía.

4.    Medidas preparatorias para el logro de los subsidios gubernamentales necesarios para la realización de los objetivos sionistas.

Las bases del sionismo político fueron trazadas.

Consecuencias

El Congreso Sionista cambió el status del sionismo en relación al público judío mundial (europeo, principalmente). Si bien todavía no había conseguido unir la mayoría de los judíos a su causa, se popularizo, logró (aunque de momento sin gran fuerza) el apoyo de sectores religiosos, y, principalmente, formalizó su actuación política.

Durante muchos años, el principal adversario del sionismo venía de adentro del propio judaísmo. A pesar de que ninguna nación, de hecho, jamás hizo grandes esfuerzos por la creación del Estado judío, la oposición al mismo tampoco era visible.

Theodor Herzl falleció en 1904, un poco desilusionado con la velocidad del proceso por la creación del Estado judío. A los 44 años, Herzl no pudo ver más que la realización de cinco congresos y la creación de algunas instituciones. Al salir del casino de Basilea, sin embargo, Herzl respiraba optimismo. En su diario, el padre del sionismo político escribió las siguientes palabras:

“Si tuviera que resumir el Congreso de Basilea en una palabra, cosa que no voy a hacer abiertamente, sería así: En Basilea fundé el Estado judío. Si tuviera que decirlo hoy, me recibiría la risa universal. En cinco años, tal vez, y sin duda en 50, todo el mundo lo verá”.

20 anos después, el Reino Unido, mayor potencia del mundo, reconocía por medio de la Declaración Balfour, el derecho de los judíos de constituir un hogar nacional en Palestina. 40 anos después, en 1937, esta misma potencia por primera vez sugiere la creación de un Estado judío con un mapa delimitado por la Comisión Peel. 50 anos después, en 1947, una Asamblea General de la ONU votaba a favor del Plan de Partición de Palestina, por la división de la tierra en dos Estados: uno árabe y otro judío. Herzl fue un verdadero profeta de nuestro tiempo, cuando previó que en 50 años habría un Estado judío aceptado por las grandes naciones, mucha gente dudó. ¿Alguién lo duda hoy?

Por Joao Koatz Miragaya, sheliaj de La Agencia Judía para Israel

29 Ago 2017 / 7 Elul 5777 0
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